En mayo de 2020, Spotify hizo una enorme apuesta comercial: firmó un contrato por 100 millones de dólares para tener la exclusividad del podcast de Joe Rogan, uno de los más escuchados del mundo. El objetivo era que, junto a Rogan, llegara a la plataforma su multitudinaria audiencia. El efecto inesperado fue una lluvia de críticas por desinformación.
Rogan es un comediante y comentarista deportivo que se autodefine como libertario y cuyas posiciones sobre temas como armas o identidad de género han levantado polémica en más de una ocasión. Por los micrófonos de The Joe Rogan Experience han pasado figuras como Elon Musk, Mike Tyson o el físico Neil deGrasse, además de actores, cantantes y escritores. Sin embargo, también ha habido lugar para controversiales invitados que no se han quedado cortos en lanzar afirmaciones cuestionables o falsas sobre el covid-19.
Por ejemplo, en octubre de 2020, Alex Jones, un reconocido conspiracionista que en el pasado había sido expulsado de Twitter por incumplir las políticas de acoso, aprovechó su tiempo en el podcast para decir que “muchos estudios demuestran que el tapabocas no sirve para proteger”.
En junio del año pasado, Rogan invitó a Pierre Kory, un médico que aseguró que “la ivermectina acaba con el covid y debería ser el tratamiento básico para un paciente que no esté hospitalizado” A comienzos de 2022, asistió al programa el inmunólogo Robert Malone, quien afirmó que los hospitales tenían incentivos financieros para reportar muertes falsas por covid.
También de la voz de Rogan han salido afirmaciones de este tipo. En abril del año pasado, sostuvo que si las personas tenían una vida saludable, hacían ejercicio y comían bien, no necesitaban una vacuna. Ante este episodio, una fuente de Spotify le dijo a The Verge que la compañía había revisado el contenido y no consideraba que el influyente comentarista estuviera alentando a las personas a evitar la vacunación o que fuera explícitamente un antivacunas.
Aunque otras redes sociales han sido criticadas por problemas en la moderación de contenido, Spotify está muy atrás en la tarea de combatir las publicaciones problemáticas en su plataforma.
Hasta 2015, el foco de Spotify estaba en el streaming musical. Sin embargo, en mayo de ese año incursionó de manera decidida en los podcasts. Entre otras cosas, esto implicaba que tendría que abordar preguntas como la de los contenidos de The Joe Rogan Experience. Es decir, tendría que tener normas para revisar y controlar el contenido de este formato. Un problema que antes no tenía en esta escala y con el que las redes sociales lidian desde hace años.
El pasado 26 de enero, el cantante Neil Young le pidió a su disquera que retirara sus canciones de Spotify, a la que llamó “el hogar de la desinformación mortal sobre el covid”, en alusión al show de Rogan. Como respuesta, la compañía emitió un comunicado en el que lamentaba la salida de Young y decía tener una gran responsabilidad al balancear la seguridad de los usuarios y la libertad de los creadores. “Tenemos políticas de contenido detalladas y desde el inicio de la pandemia hemos eliminado más de 20,000 episodios de podcasts relacionados con covid”, aseguró la compañía.
Las normas que Spotify menciona no están publicadas y por tanto es difícil vigilar su verdadera aplicación. En sus términos de servicio, Spotify establece que los creadores son responsables del contenido que suben a la plataforma, mientras que la compañía se reserva el derecho a moderar la actividad según consideren, con la facultad de “eliminar o editar cualquier contenido por cualquier o ninguna razón”.
Por otra parte, sus lineamientos de la comunidad prohíben el contenido ofensivo, abusivo, difamatorio, obsceno, ilegal o de spam, entre otras categorías que no incluyen la desinformación.
Aunque otras redes sociales han sido criticadas por problemas en la moderación de contenido, Spotify está muy atrás en la tarea de combatir las publicaciones problemáticas en su plataforma. A diferencia de Facebook, Twitter o YouTube, que cuentan con políticas especializadas para lo que no permiten en sus plataformas, en las que se explican las infracciones y se dan ejemplos, Spotify tan solo ofrece una lista genérica del contenido prohibido, sin mayores detalles sobre su alcance.
En el fondo de todo está también el interés económico de Spotify, que para este año pensaba exigir un millón de dólares por una pauta básica en el programa de Rogan. La inversión inicial en el producto, recordemos, fue de 100 millones de dólares. Retirar el contenido de la plataforma sería, desde esta óptica, un tiro en el pie.
En más de un sentido la moderación de contenidos es un asunto económico. Para la académica Sarah T. Roberts, reglas demasiado laxas pueden provocar que una plataforma se llene de contenido indeseado, lo que ahuyentaría a los usuarios y con ellos a los anunciantes. De igual manera, reglas muy estrictas desincentivarían el uso de la plataforma, y con ello, el interés de quienes quieran pautar en ella.
Es posible que este hecho marque una nueva etapa y Spotify tenga que invertir más recursos y gente en la revisión de los contenidos que desarrolla y aloja. Resulta difícil pensar que quedarán por fuera de la presión y los cuestionamientos que enfrentan otras plataformas y redes sociales. Para no ir lejos, hubo preguntas similares para Twitter por cuenta de la falta de moderación de Spaces –las salas de audio para transmisiones en vivo lanzadas hace poco–.
Con nuevos formatos, espacios y contenidos, el dilema de cómo moderar y hasta dónde se hace cada vez más difícil. Por ahora, las canciones de Neil Young siguen en Spotify. Como escribió la analista de tecnología Kara Swisher, aunque la movida del cantante puede interpretarse como un gran gesto, no será suficiente.