El martes en Mara-a-Lago, la fiesta de Donald Trump empezó sin necesidad de esperar el anuncio oficial. Pero esta vez no era una estrategia preventiva para alimentar conspiraciones de fraude y declararse ganador sin serlo. Esta vez la maquinaria MAGA avanzaba a velocidad crucero hacia una remontada épica que antes de la medianoche se volvió inexorable.
“Al parecer Elon creó un app y sabía quién había ganado cuatro horas antes de los resultados”, dijo un par de días después Joe Rogan, quien había anunciado su apoyo a Trump en la previa de la elección. Como parte del exitoso tour por el ecosistema libertario-conservador de influenciadores, ‘gamers’, ‘streamers’ y podcasteros, el hoy presidente electo pasó por el micrófono de Rogan, uno de los más influyentes. Días después estuvo Elon Musk. Ambas conversaciones, que suman casi seis horas, van por las 65 millones de reproducciones.
No importa si en realidad Musk tenía un app para anticiparse al veredicto de las urnas. Desde 2022 tiene algo más poderoso: una red social donde él es el nodo más grande; un universo que compró para volverse sol. Como viene mostrando investigación tras investigación, en X, el zombi de Twitter, él domina la conversación y el contenido partisano que comparte es el más viral.
“Game, set y match”, escribió Musk en X a las 10:30 de la noche del martes. Con el triunfo de Trump, el fundador de Tesla y SpaceX, que además está enchapando los techos del planeta con sus satélites, no ganó una partida de tenis sino el mundial de póker. Volvió X un megáfono de la campaña, aportó más de 100 millones de dólares y puso a Trump de vuelta en la Oficina Oval. De pasó, sacó un juego de llaves para él. Que Musk haya estado en la llamada telefónica del miércoles entre el presidente electo y el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, es apenas una degustación de lo que viene.
“Ha nacido una estrella: ¡Elon!”, exclamó Trump en su discurso de la madrugada del triunfo. No fue el único en la lista de agradecimientos. Dana White, presidente de la multinacional de artes marciales mixtas UFC, pasó a la tarima, celebró y reconoció por nombre propio a varios influenciadores que impulsaron la causa trumpista: Nelk Boys, Adin Ross, Theo Von, Bussin’ With The Boys y, claro, Joe Rogan. Hasta Tucker Carlson, el excomentarista de Fox que alguna vez dijo odiar a Trump “apasionadamente”, hizo una transmisión especial desde Mar-a-Lago que incluyó una aparición espontánea de uno de los hijos pequeños de Musk, también llamado X.
Según el Wall Street Journal, Barron, el hijo de Trump y Melania, quien ahora es un adolescente de 18 años y más de dos metros de altura, fue el guía de su papá en el mapa de creadores de contenido que le hablan al oído a un nicho clave de la generación Z: hombres de entre 18 y 30 años dedicados a los videojuegos, las peleas de la UFC y ávidos de la provocación contra la corrección política y el feminismo. Nombres que Trump jamás había oído antes, como Ross, Von o Logan Paul, se volvieron referente y tribuna para la campaña.
Al comienzo de la contienda se llegó a considerar que TikTok tendría un rol clave en las elecciones. Sin embargo, fueron los formatos largos los que tuvieron mayor calado. Desde 2016 ha habido un crecimiento significativo en el consumo de podcasts. En 2023, una encuesta de Pew Research encontró que cerca de la mitad de los estadounidenses habían escuchado podcasts en el año anterior y que el 31% de ellos confiaba más en las noticias a las que accedía por ese medio que por otras fuentes.
Para la analista Taylor Lorenz, esta red de influencia que catapultó a Trump ayuda a entender no solo su victoria, sino las limitaciones que tuvieron Kamala Harris y los demócratas para competir: “Mientras que la derecha ha pasado años fomentando una relación simbiótica con los medios alternativos, la izquierda no ha logrado replicar algo similar. Simplemente no hay creadores de contenido progresista con el impacto cultural y seguimiento en línea de Rogan, y un vistazo rápido a las listas de podcasts o a los canales de tendencia en YouTube muestra la disparidad entre el alcance de los creadores conservadores frente a los progresistas”.
El ecosistema de influenciadores de derecha tiene además una ventaja financiera, pues cuenta con recursos de donantes republicanos, comités de acción política y actores del sector privado que estratégicamente invierten en canales militantes y apoyan a jóvenes para que promuevan su visión. También hay incentivos económicos en plataformas de nicho –como Rumble o DLive–, donde los creadores pueden monetizar contenidos radicales, como ocurrió con las transmisiones en vivo del asalto al Capitolio en 2021.
Más allá de que en la otra orilla el panorama es muy distinto, hoy se señala a la campaña de Kamala Harris por no haber mostrado un mayor interés en llegar a los megáfonos de los influenciadores: pusieron condiciones para aparecer o pedían versiones más cortas o editadas de las entrevistas. Querían poner las reglas sin entender que eran ellos quienes tenían que acoplarse. Incluso, a las propias tribunas de los demócratas –como Crooked Media– nunca fueron ni Harris ni Walz.
“Puede sonar demasiado simplista, y quizás lo sea, pero el mejor antídoto contra el populismo de derecha es el populismo de izquierda. Y parte de ese proyecto necesita incluir la construcción de nuestra propia infraestructura mediática”, escribió esta semana el académico Victor Pickard.
Pensar que una infraestructura de influencia robusta hubiera sido suficiente es, por supuesto, confundir la forma con el fondo. El gobierno de Joe Biden es impopular y la insatisfacción con la economía –como percepción y realidad– selló el destino de su vicepresidenta. De cualquier manera, la aplastante victoria de Trump dejó ver el enorme poder que el proyecto libertario-conservador tiene gracias a la disciplina en la articulación de su hábitat y el despliegue incesante de narrativas emocionales y manipuladoras.
Sumando la alianza de Elon Musk y X, y el apoyo –expreso y cada vez menos vacilante– de Silicon Valley y la industria de la tecnología, este proyecto político quedó recargado a niveles nucleares. Aunque ni Trump ni J.D. Vance han ocultado en otros momentos su animadversión por las compañías del sector, la agenda de desregulación las va a favorecer. De entrada, se prevé que los procesos antimonopolio y otras investigaciones que impulsó la administración Biden quedarán frenados en seco.
Hace un par de años la noticia era que Elon Musk había comprado una red social inviable por 44 mil millones de dólares. El miércoles en la madrugada quedó claro que le salió barata.
Abogado de la Universidad de Los Andes y magíster en Media and Communication Governance del London School of Economics. Exdirector de políticas públicas de Twitter para América Latina Hispanohablante; exdirector de la Fundación para la Libertad de Prensa. Integrante del consejo asesor en seguridad y confianza de TikTok en América Latina. Actualmente es Director Ejecutivo de Linterna Verde y productor de contenido de opinión y análisis.