“Espero que este espacio le dé una muerte rápida y definitiva a Twitter”, escribe la autora Molly Knight. “Okay, esto ya me gusta más que Twitter”, escribe el periodista Alex Kantrowitz. Ambas publicaciones son mensajes de bienvenida a Notes, una función lanzada recientemente por Substack y que pretende emular a la plataforma de Elon Musk. Aunque difícilmente podría volverse una competencia de Twitter en corto y mediano plazo, Musk recibió a su incipiente competidor con un gesto muy elocuente: bloquear o marcar como spam en Twitter las publicaciones que incluyeran enlaces a Substack.
La medida refleja la impaciencia de Musk por conservar a los usuarios encerrados dentro de su red social, donde ha implementado toda clase de experimentos que hagan de alguna forma rentable la inversión de 44.000 millones de dólares que hizo en octubre del año pasado. Los mensajes de Knight y de Kantrowitz, así como de tantos usuarios que se estrenan en la página de inicio de Notes, reflejan a su vez el hastío de la antigua comunidad de Twitter frente al vuelco que ha dado la plataforma en manos de su nuevo dueño.
Desde la llegada de Musk a la compañía se ha vaticinado su desaparición, pues sus decisiones han estado lejos de resolver la crisis en la que se encontraba incluso antes de la compra. Seis meses después, la pérdida de signos vitales sigue latente: caídas de la plataforma, fallas en los sistemas de moderación, pérdidas masivas de ingresos y escaso éxito en nuevos modelos de negocio, como el de la apuesta de Musk de tener un servicio de suscripción que en tres meses tan solo ha recogido 11 millones de dólares.
Twitter ha sido un lugar para la difusión de ideas, lugar de reunión de periodistas, oficina de prensa de gobernantes y plaza pública de candidatos y activistas. Ahora que la red del pájaro se tambalea, muchos aspiran a ser los sucesores. Aquí, algunos de ellos:
Se trata del puerto de llegada de muchos usuarios que migraron desde Twitter el año pasado como una respuesta a las primeras sacudidas de Musk. A diferencia de las principales redes sociales, Mastodon es un servicio descentralizado, lo que significa que los usuarios tienen la posibilidad de pertenecer a distintas comunidades, cada una con sus propias características y reglas de moderación. De acuerdo con Eugen Rochko, su fundador —y único empleado durante seis años, antes del éxodo de Twitter— cada servidor puede pensarse como una red social distinta, pero con interoperabilidad, lo que permite entrar en contacto con otras redes.
Mastodon es una organización sin ánimo de lucro, financiada en buena medida por aportes voluntarios que recibe a través de Patreon. Para Rochko, los anuncios no hacen parte del espíritu de su compañía, pero al tratarse de un servicio libre y de fuente abierta, es posible modificar algún servidor para experimentar con esta forma de negocios.
Aunque hace unos meses se perfiló como el principal reemplazo de Twitter, su crecimiento es todavía limitado y el modelo no ha logrado penetrar lo suficiente, en parte por las dificultades de navegar en una plataforma que se aleja de todas las redes sociales convencionales. Además, le afecta el auge de otros proyectos similares, con experiencias de usuario más amigables e infraestructuras necesarias para ofrecer un producto capaz de escalar masivamente.
En 2019, cuando Jack Dorsey era todavía CEO de Twitter, la compañía financió los primeros pasos para el desarrollo de Bluesky, un proyecto presentado como un estándar abierto y descentralizado de redes sociales. Fuera de esa matriz, un modelo de prueba de la aplicación fue lanzado a comienzos de febrero en el AppStore, para ser usado solo con invitación.
Para Dorsey —que como cofundador y director de Twitter tuvo que enfrentar los escándalos y la presión de la sociedad civil y los reguladores— un sistema como este podría reducir el poder de las compañías privadas sobre la libertad de expresión de los usuarios, entre otras permitiendo que los algoritmos de recomendación y los servicios de moderación puedan prestarse a través de terceros.
El proyecto incluye un protocolo llamado AT, que pretende dar lugar a un modelo federado de redes sociales. Sin embargo, esta iniciativa podría jugar en contra del crecimiento de Bluesky, pues Mastodon y otros proyectos análogos —que conforman lo que se conoce como el fediverso— ya funcionan bajo otro protocolo semejante: ActivityPub, que además ha sido recomendado como estándar por el World Wide Consortium.
Mientras estos proyectos sin ánimo de lucro buscan abrirse campo, Meta prepara su propia aplicación. Luego de haber experimentado con la función de Notas al interior de Instagram, se conoció que, bajo el nombre interno de ‘P92’, la compañía está desarrollando una propia red social descentralizada que también se apoyará en ActivityPub.
A diferencia de las demás iniciativas, Meta cuenta con la infraestructura necesaria para presentar un proyecto con potencial global. Según se ha conocido, será posible ingresar a esta nueva red social con las credenciales de Instagram, una puerta de entrada desde una plataforma que ya cuenta con más de mil millones de usuarios activos. Esta base supone una ventaja adicional al considerar que figuras públicas y celebridades de todas partes del mundo tienen cuentas en Meta, lo que podría garantizar la presencia automática de influenciadores en la plataforma, un foco de atención y economía de escala que no tienen los competidores que aspiran a ocupar el lugar de Twitter.
Pese a sus capacidades técnicas y financieras, Meta arrastra una carga de la que por lo pronto están libres sus competidores en esta área: la de tener un historial de críticas y malas prácticas que la han puesto en la mira de los reguladores y de la opinión pública. Si bien, como sugiere Dorsey, un modelo descentralizado puede disminuir el poder de las compañías privadas, Meta terminaría concentrando más poder, con lo cual aumentarían las preguntas sobre su rol en fenómenos como la desinformación electoral, los discursos de odio y otros contenidos potencialmente dañinos.