Durante trece años Melissa Blevins usó casi todas las funciones que Facebook le ofrecía. Tenía una cuenta personal en la que compartía su vida, una página para promover su negocio, un grupo para comunicarse con la comunidad de su blog y una cuenta de Facebook Ads. En septiembre de 2020 alguien logró acceder a su cuenta personal y desde ahí publicó fotos de desnudos, violencia gráfica y demás contenido prohibido que muy pronto provocó la suspensión de la cuenta.
Cuando intentó recuperarla, la plataforma le pidió que cambiara la contraseña y respondiera varias preguntas de seguridad, la mayoría relacionadas con la actividad reciente de la cuenta.
Pese a que el abrupto cambio en la clase de contenido compartido daba para pensar que alguna anomalía estaba ocurriendo, Facebook le respondió que tras la revisión habían decidido inhabilitar permanentemente su cuenta, sin posibilidad de apelar.
Melissa no sólo perdió su cuenta personal; también los demás productos asociados a esta: la página de su negocio y la cuenta de Facebook Ads. Lo único que se salvó fue el grupo de su blog, para el que antes había nombrado administradores adicionales.